Las meditaciones de Helen Grain ayudarán a que los niños se habitúen a otra manera de afrontar su día a día, estando más presentes en lo que surge en el cuerpo, en lugar de dejarse llevar innecesariamente por lo que sucede en la mente. Evitarán así que las sensaciones de estrés vayan a más y aliviarán episodios de ansiedad o angustia que no tienen que ser necesariamente como son.
Helen Grain recomienda escuchar una sola meditación cada vez (no dos, ni tres) y aprovechar la propia meditación para realizar la práctica:
Meditación 1: estirar para sentir el cuerpo con atención. Esto le ayudará a estar más consciente en el momento presente.
Meditación 2: comer prestando atención a las sensaciones que surgen a través de los cinco sentidos.
Meditación 3: caminar dándonos cuenta de la información visual, auditiva y táctil.
Meditación 4: disfrutar de las pequeñas cosas, poniendo toda nuestra atención en disfrutar de ellas.
Meditación 5: observar la respiración al colocar un peluche sobre la tripa del niño para que sea consciente del movimiento del muñeco. Estar conectado a la respiración activa, según estudios científicos, nuestro sistema nervioso parasimpático, el cual logra calmarnos y centrarnos.
Meditación 6: escuchar los sonidos para ver que los pensamientos, surgen y desaparecen sin apenas darnos cuenta.
Meditación 7: observar que los pensamientos pasan por su pantalla mental (como si de una nube en el cielo se tratara).
Meditación 8: aprender a calmarse mediante una pequeña práctica que ayudará al niño a estar más centrado.
Meditación 9: escuchar los latidos del corazón en el mismo instante en que se producen. Esta práctica es un tesoro, al igual que el corazón, sin el que no podríamos vivir ni un solo momento.
La elección de la meditación depende del ejercicio que creas que al niño le vendría bien.
No debes esperar que la escucha o la práctica surtan efectos. Precisamente esta insistencia de que las cosas sean de otra manera es la que a menudo nos produce estrés y ansiedad. Simplemente escucha unas palabras que pueden, o no, conducir al sosiego y al bienestar.
Es importante que el niño note que compartes con él la experiencia de escucharse, de sentirse a sí mismo.
Helen Grain propone que, después de la meditación, hagas una serie de preguntas que inviten al niño a reflexionar. Pueden ser estas u otras que se te ocurran:
- “¿Qué has sentido mientras escuchabas la meditación?”7
- “¿Cómo estaba tu cuerpo: relajado o nervioso?” “¿Notabas frío o calor?” “¿Qué otras sensaciones corporales sentías?”
- “¿Tenías ganas de escuchar?” “¿Qué te apetecía hacer mientras escuchabas: sonreir, salir corriendo, dormirte, hacer otra cosa, …?”
- “¿Cómo estaba tu mente: tranquila o con muchos pensamientos?””¿En qué has pensado mientras escuchabas?””¿Te has dado cuenta que estabas pensando y has vuelto a lo que estábamos haciendo?”.
¡Buena práctica!